viernes, 21 de octubre de 2011

EDUCACION

                         Hoy que está mas vigente que nunca el tema educacional, vale la pena recordar  lo ocurrido después del fenómeno telúrico del 27 de febrero de 2010; cuando pudimos observar el pavoroso comportamiento que cruza todo el cuerpo social de la nación, desde autoridades de gobierno hasta la peor ralea de nuestra sociedad; todo corroborado hoy día por las protestas estudiantiles con su estela de desmanes, saqueos y violencia generalizada. Después de ello, creo que es muy necesario y quizás indispensable, encontrar las razones y motivos que nos han llevado a esta situación y así determinar, parodiando a Vargas Llosa, “cuándo se jodió Chile” y por qué.

                        Si nos remontamos al primer tercio del siglo XIX, podemos observar que bajo el genio de Portales, se dejó atrás un Chile de cuartelazos, anarquía y desorden, subordinando a las FF. AA. al poder civil y convirtiéndolas en cuerpos disciplinados y obedientes que han respetado y defendido la Constitución y la legalidad vigente hasta nuestros días, protegiendo nuestra institucionalidad y soberanía. Esta tarea fundacional de la República, que nos diferenció enormemente de la gran mayoría de los países americanos, desgraciadamente, Portales la pagó con su propia vida.

                        Con posterioridad, desde mediados del mismo siglo XIX y hasta finales de la década de 1950, aproximadamente, el país paulatina y sostenidamente fue creciendo educacionalmente y muy especialmente en el área formativa de la educación, llevada a cabo en la etapa primaria o básica del proceso educativo; etapa que en el siglo XX terminó convirtiéndose en obligatoria para todos los niños de Chile.

                        Este crecimiento paulatino y sostenido de la educación, fue de la mano con la entrega de profesores de educación primaria por parte de las Escuelas Normales. Escuelas a las cuales el país debe una enormidad en la formación de muchas generaciones de chilenos. Estos profesores normalistas eran entregados por sus escuelas con un compromiso total hacia sus alumnos y una impronta que transmitía como sello característico, todos los valores requeridos para formar un ciudadano comprometido con su país.

                        La preparación académica de estos profesores normalistas podría haber mostrado algunas falencias; pero, absolutamente compensadas por su formación personal con  valores, que traspasaron a sus alumnos en las aulas y a la nación entera con su ejemplo de vida. Estos profesionales enseñaron el compromiso de los ciudadanos con su nación, el cariño hacia su patria y los símbolos que la representan, enseñaron el respeto entre conciudadanos, hacia los adultos y ancianos y hacia su país y sus instituciones; enseñaron que la dignidad del ser humano no depende de su posición económica y que el Estado debe respetar los derechos de los ciudadanos, en la misma forma en que estos últimos deben cumplir con sus deberes hacia el Estado que, en definitiva, son sus propios compatriotas.

                        De niño, conocí a muchos de esos profesores que, como siempre, eran muy mal pagados y para vivir dignamente hacían un esfuerzo enorme; sin embargo, por todo el dinero que les faltaba, recibían a cambio el respeto de toda la comunidad en que se desenvolvían. No me cabe en la mente ni puedo imaginar a aquellos humildes y honestos profesores, con todos los problemas económicos y sociales que los aquejaban, marchando por las calles de su ciudad, gritando insultos hacia el ministro de educación o hacienda, a semejanza de cualquier sindicato de una fábrica de cecinas, con el respeto que me merecen dichos sindicatos.

                        Todas las generaciones de niños, formados por los Profesores Normalistas, terminaban su educación primaria, capacitados para enfrentar la vida en comunidad con un respeto mutuo y amistad entre compatriotas y con orgullo hacia quienes nos legaron esta patria. Para la gran mayoría, en esa época, fue su única educación formal que les permitió enfrentar la vida, quizás sumidos en falencias académicas; pero, con dignidad y orgullo en su calidad de chilenos.

                        Por otra parte, en el primer tercio del siglo XX, apareció el socialismo, doctrina muy atractiva y engañosa que exacerbó uno de los peores vicios que nos legaron nuestros conquistadores, como era y es la envidia, dividiéndonos en bandos irreconciliables; convirtiéndonos en enemigos, culpando de esta división a toda la institucionalidad de la nación, proclamando su refundación y la destrucción de todo lo existente. Sin duda esta doctrina encontró terreno fértil en las injusticias sociales existentes; sin embargo, la ruta para cambiarlas estaba enormemente equivocada, como lo sabemos hoy día; en que los países que abrazaron esas doctrinas, terminaron siendo la “gran mentira” del siglo XX que, en lugar de levantar a los pobres, esclavizaron a sus pueblos bajo una permanente violación de los derechos humanos mas básicos. Desgraciadamente, esta prédica socialista permeó a nuestro pueblo, llegando al paroxismo en el gobierno de Allende y con una contumacia increíble, aún mantiene una gran fuerza; a pesar de las evidencias de su rotundo fracaso.

                        De acuerdo a lo expresado, creo no equivocarme al señalar que el hito más preciso de nuestra decadencia educacional fue la desaparición de las Escuelas Normales y el traspaso a las Universidades, la formación de los profesores de enseñanza básica, bajo el ejemplo principal del pedagógico de la Universidad de Chile, bien llamado el “piedrológico”, establecimiento dominado absolutamente por la izquierda socialista que se imponía a través de la famosa “violencia revolucionaria” de su líder el señor Allende; donde los valores fueron cambiados por derechos y prebendas para todos, con deberes y exigencias para nadie. Lugar en que, entre huelgas, protestas callejeras, años sabáticos y manifestaciones políticas se perdía, prácticamente, más de la mitad del año docente.

                        Estos nuevos profesores básicos, son los que han formado a nuestros niños desde que se terminaron las Escuelas Normales y son estos los profesores que los han convencido que deben revelarse contra los supuestos opresores, rayando cualquier pared limpia que encuentren, emporcando su comunidad y que si su familia sufre estrecheces económicas, están en su derecho quitándoles a los que poseen mas y así, esos niños se les han ido en contra de ellos mismos a tal punto que hoy, es común que los alumnos agredan a sus propios profesores hasta con arma blanca. Todo lo anterior, con la complacencia de las autoridades educacionales y gubernamentales. Así hemos escuchado a un Presidente de Chile considerando “arte” el rayado que unos jóvenes chilenos realizaron sobre reliquias arqueológicas del vecino Perú o a altas autoridades nacionales justificando la violencia de una adolecente que le lanzó en la cara un jarro con agua a la propia Ministra de Educación.

                        Si no somos capaces de cambiar algo tan simple como formar profesores básicos con valores que sean traspasados a sus alumnos, formando ciudadanos íntegros, con valores y comprometidos con su país, nada conseguiremos comprando todos los computadores que se les ocurra o enseñando física cuántica desde primero básico. Antes de conocimientos científicos, necesitamos urgente “formación” de nuestros niños para capacitarlos como ciudadanos disciplinados y respetuosos de su entorno. Solo desde ahí, podríamos pensar en la preparación de verdaderos profesionales y trabajadores, comprometidos con la sociedad en que participan.