martes, 29 de noviembre de 2011

EL SOCIALISMO

            Por razones de índole familiar, desde muy temprano llegaron a mí, nociones del socialismo, doctrina muy atrayente y en boga en aquella época y de acuerdo a mi percepción, creí que dichas nociones me habían permitido adquirir la tan manoseada “conciencia social”, sin embargo; los años me permitieron captar que en la inmensa mayoría de los casos, la sola actividad laboral le permite a cualquiera conocer la realidad de la sociedad en que vive, a excepción de quienes, al termino de sus estudios, abrazan la actividad docente y solo conocen la realidad de las aulas académicas y desde allí, llenan la cabeza de la juventud de teorías humanistas, utópicas e irreales. Así he llegado a convencerme que dicha “conciencia social” no es monopolio del socialismo como lo cree hasta gran parte de la derecha que hoy se siente “liberal y progresista” quienes, para enfatizar su preocupación por los pobres, se denominan “socialistas de derecha”.
            Con el discurso de la igualdad y la justicia social, tan atractivo para la juventud idealista y por otro lado, la exhibición de los triunfos de los socialismos reales con su ventaja en la carrera espacial, su superioridad incontrarrestable en los juegos olímpicos y la simpatía y romanticismo que rodeó la victoria de la revolución cubana, el socialismo se convirtió en la moda de la intelectualidad de occidente, cuya influencia me llegó con mucha fuerza, convenciéndome que era el camino lógico que debía seguir la humanidad, convirtiéndose en certeza absoluta con la derrota del imperio norteamericano en Vietnam y la salida de Nixon del poder. Afortunadamente, nunca me entregué de lleno a estas ideas, por la gran duda que me provocaba observar que, para la existencia de los socialismos reales era condición ineludible un estado policial.
            Dicho lo anterior, evidentemente se me produjo un gran conflicto de conciencia el golpe de estado de 1973 que destruyó la convivencia democrática en que se había desarrollado mi vida; pero, terminé aceptando de mala gana la situación ante una inminente guerra civil que habría sido catastrófica para el país, aunque seguía convencido que la utopía socialista era aplicable en beneficio de los mas desposeídos.
            Con la caída del muro de Berlín y de los socialismos reales en 1989, mis convicciones sufrieron un nuevo deterioro que culminó cuando me topé en el centro de Santiago con un grupo de mendigos, constituido por una mujer muy hermosa con sus hijos que portaban un letrero que señalaba que eran rumanos y pedían ayuda para su miserable subsistencia que nunca encontraron en su patria y la buscaban acá. Quizás podría haber entendido ese cuadro si se hubiera tratado de la 5ª Avenida en Nueva York; pero, que de la Gran Rumania de Ceausescu vinieran a pedir limosna a Santiago de Chile, me convenció definitivamente que el socialismo fue, sin duda alguna, la gran mentira del siglo XX que esclavizó a cerca de la mitad de la humanidad por más de 70 años.
            Caídos los socialismos reales y disgregada la URSS, comenzaron a evidenciarse las verdaderas condiciones en que vivían aquellas naciones, con oligarquías políticas, constituidas por el partido comunista, que gozaban de todas las garantías, bienestar y riquezas, esclavizando al resto de la población, bajo un estado policial, sometido a un control centralizado, deficiente e ineficaz que lo llevó a un desastre político y  económico, cuyo trágico y emblemático ejemplo fue la catástrofe nuclear de Chernóbil.
            En definitiva, todo el imperio soviético fue una falsedad completa que gastó todos sus recursos en su poderío militar y actividades que le redituaban beneficios de imagen y propaganda, como el deporte, el arte y la carrera espacial, mientras el pueblo se sumía cada vez más en la miseria, como lo podemos observar hoy día con los dos bastiones del comunismo que aún sobreviven como son Corea y Cuba, verdaderas monarquías familiares que mantienen sojuzgados a sus pueblos sin libertad alguna. A China no la considero; porque de comunista, lo único que le va quedando es la esclavitud de su pueblo.
            La caída del muro de Berlín, estableció un hito muy definido que marcó el término de un período muy triste para gran parte de la humanidad, que sufrió grandes violaciones a sus derechos, sometida a regímenes totalitarios impuestos a sangre y fuego. Disgregado el imperio soviético, desaparecieron los partidos comunistas en el mundo, convirtiéndose en grupúsculos insignificantes; a excepción de los países subdesarrollados como el nuestro que, con una contumacia incomprensible siguen enarbolando su anacrónica y fracasada doctrina que, hasta jóvenes universitarios la abrazan.
            Hoy día el socialismo quedó sin referente y ante su orfandad de ideas nuevas y la imposibilidad de resucitar sus fracasados paradigmas; abrazaron nuevos referentes como la ecología y medio ambiente, la defensa de las minorías sexuales y el indigenismo que les está entregando buenos dividendos, por su fácil llegada a la juventud y a movimientos fanatizados de gran convocatoria. 
            En Chile vemos al socialismo con un gran apoyo internacional oponiéndose al desarrollo energético del país; como asimismo, apoyando el movimiento mapuche en la Araucanía y la promoción del homosexualismo a través de los medios de comunicación. Triste término de unas ideas que prometían el paraíso en la tierra, en que todos seríamos iguales disfrutando de sus riquezas, que fluirían a través de una administración central proba, justa  e impoluta; consiguiendo todo lo contrario, sometiendo a la esclavitud a casi la mitad de la humanidad.        
            Cuanta hipocresía hay en los actuales socialistas que se sienten los sustentadores mundiales de los derechos humanos, del medio ambiente y la no discriminación; pero, cuando constituyeron gobiernos, fueron los mayores violadores de los DD. HH., los más grandes depredadores del medio ambiente y los peores antisemitas y homofóbicos. Y no se trata de producir empate; porque, al comparar cualquier situación mundial con las calamidades ocurridas en los socialismos reales; estos últimos son triunfadores absolutos, en cuanto a desgracias provocadas en los países que dominaron y muy lejanos de un empate.

viernes, 18 de noviembre de 2011

NUESTRA DEMOCRACIA

            La democracia que tanto alardea nuestra clase política, más que un sistema de gobierno, es una forma de vida que, al parecer, muy pocos la practican. Es así como la gran mayoría la entiende, exclusivamente, como la elección de autoridades por voto popular y las propias autoridades, una vez elegidas, se convierten en verdaderos reyezuelos en el trato hacia la ciudadanía y en el uso y abuso de los recursos del estado, ante la total pasividad de esa misma ciudadanía que las eligió.
La cultura cívica que permite sostener una democracia sólida es muy simple y consiste en el reconocimiento y respeto de toda la ciudadanía, tanto a las normas básicas de convivencia que es la Constitución, y a las Instituciones de la República. Desgraciadamente, en Latinoamérica no ha existido ese reconocimiento y respeto a las instituciones republicanas; permitiendo continuos cuartelazos que periódicamente han interrumpido cortos periodos democráticos muy precarios; siendo nuestro país uno de los pocos que puede demostrar cierta estabilidad en periodos más largos. En definitiva, en el único país en que la democracia se ha consolidado ininterrumpidamente en el tiempo es en los EE.UU., por la simple razón que todas las autoridades reconocen y respetan, como lo más sagrado, sus instituciones. Partiendo por su constitución, que en más de 200 años ha sufrido menos de 30 enmiendas, de las cuales, no más de 10 se refieren a cambios de orden político.
            Cuando nuestra anterior presidente doña Michelle, en uno de sus viajes a EE.UU. lanzó un chiste de muy mal gusto, señalando que en ese país no había golpes de estado; porque, no existía una embajada de EE.UU., estaba tremendamente equivocada. Ella era, precisamente, quien debería conocer mejor que nadie su error, al haber apoyado a un gobierno como el de Allende que utilizó, hipócritamente, la constitución para acceder al poder, declarando luego que no la respetaba por burguesa y oligárquica y una vez en el ejercicio del éste, pisoteó las instituciones y se mofó de la propia constitución lo que provocó, en definitiva, el golpe de estado, en el cual la participación de la embajada norteamericana fue solo circunstancial; porque, si Allende hubiera reconocido y respetado las Instituciones de la Republica, con o sin esa embajada, no habría ocurrido el golpe de estado. Para que decir lo ocurrido en los otros países del continente, con antecedentes mucho menos democráticos que el nuestro, en que las constituciones y cuartelazos se sucedían unas tras los otros.
            Esta forma de enfrentar la democracia está tan enraizada, que hoy día siguen habiendo autoridades tan inconsecuentes, que han postulado a sus cargos utilizando la constitución y gracias a ella han accedido al poder, ejercen los cargos y reciben contraprestaciones en dinero del estado por su labor y en su discurso, la desconocen por espuria y producto de la dictadura. La mínima consecuencia, honestidad y decencia que debería esperarse de un ciudadano que no reconoce nuestra base de convivencia, es que no se postule a un puesto de autoridad, amparado por esas normas que no respeta y desprecia. Muy distinto es postular cambios constitucionales bajos la normativa de la propia constitución.
            Ninguna de las constituciones que han regido nuestro país han sido de un origen impoluto; pero, todas han permitido que la ciudadanía, a través de sus representantes, puedan adaptarlas a los tiempos y a las necesidades de nuestra sociedad. La actual constitución, fue aprobada originalmente por votación popular que podría ser discutible; pero, posteriormente fue refrendada en el plebiscito de 1988 con una de las participaciones más altas de nuestra historia, para volver a aprobarla con varias modificaciones por un nuevo plebiscito en 1989. Posteriormente, la ciudadanía y muy especialmente las autoridades elegidas, han refrendado la validez de la constitución vigente en repetidas votaciones populares, junto con la incorporación de una gran cantidad de modificaciones, Por lo tanto; en nada es espuria y como resabio de la dictadura, no queda siquiera, la firma del dictador.
            En su comportamiento, nuestras autoridades, muestran ciertos resabios monárquicos en su trato con la ciudadanía, siendo ellos unos vulgares mandatarios de dicha ciudadanía. La lista de estas actitudes es muy profusa y vergonzosa, desde el uso de vehículos fiscales para vender hortalizas, hasta el robo abierto de recursos financieros y nepotismo en la administración pública. Esta corrupción y utilización del aparato del Estado en beneficio de quienes ostentan el poder, no son meras irregularidades o falta de transparencia, como tratan de hacerlo ver los medios de comunicación; estas actitudes, si no son ilícitas son una inmoralidad que reflejan, nítidamente, que las autoridades no saben qué es efectivamente una democracia; sintiéndose dueños del país y de sus recursos mientras ostentan el poder.
            Mientras no cambie la cultura nacional para entender la democracia como un régimen en que, además de la elección de las autoridades por voto popular, estas autoridades deben saber que los recursos fiscales puestos a su disposición, son de todos los chilenos y no de su uso particular, que ellas son las primeras que deben cumplir la legislación y que le deben respeto a sus mandantes, desde el más humilde poblador del país hasta el ciudadano de mayor jerarquía. Si esto no ocurre, podrán promulgarse todas las leyes de probidad que se quiera y la corrupción seguirá aumentando.
            Quisiera referirme a dos actitudes de las autoridades que son muy vistosas para la ciudadanía y que frecuentemente observamos en los 20 años de gobierno de la concertación y que, desgraciadamente, han continuado con el nuevo gobierno; me refiero en primer lugar, al uso de regimientos de policías escoltas para movilizar autoridades dentro del área urbana, incluida la movilización escolar de sus hijos; costumbre tan arraigada en nuestra sociedad que, una ministra del anterior gobierno, relataba a una revista de farándula, como una anécdota simpática, las vicisitudes con sus escoltas en las caravanas que cada mañana partían con sus hijos a diferentes colegios de Santiago, para terminar en sus oficinas del ministerio.
            En segundo término, creo que todos hemos sido testigos alguna vez del paso de nuestras autoridades por las carreteras de Chile, con amplias comitivas, atropellando a medio mundo sin respeto alguno a las leyes del tránsito y menos hacia sus mandantes que es la ciudadanía toda. En honor a la verdad, estas actitudes prepotentes las inauguró el “Compañero Presidente” y  continuaron multiplicadas por cuatro en el gobierno militar, aunque durante ese período, al menos  no se jactaban de ser democráticos. Sin embargo, es inconcebible hoy, cuando los dirigentes políticos hacen “gárgaras” con la  democracia y apenas son elegidos, se sienten de inmediato con autoridad para abusar y no cumplir las leyes. Y no se diga que los despliegues de fuerza en las comitivas de la autoridades, corresponden a medidas de seguridad, para proteger la integridad física de ellas; porque, para una real seguridad, sería mejor que el paso de las autoridades ni siquiera se notara y por otra parte, si las autoridades temen por su seguridad personal, antes de asumir el cargo deberían rechazarlo o sencillamente, no postular a cargos tan peligrosos. Nadie es obligado a ejercer un cargo público.
            Está en la esencia de la democracia como un sistema de gobierno, que las autoridades deben sentirse servidores de sus mandantes, respetándolos en todas sus actividades, desde cuando pasan por la calle hasta cuándo deben atenderlo en cualquier oficina a la que acuda el más humilde de los ciudadanos. Desgraciadamente, la cultura actual es totalmente opuesta; las autoridades se hacen elegir para obtener prebendas para ellos y esperan sumisión de la ciudadanía con la que abusan, en lugar de ser los primeros en cumplir las leyes y los más respetuosos con sus semejantes.

lunes, 7 de noviembre de 2011

PREOCUPACION POR LOS POBRES

            El gobierno militar que nos gobernó hasta 1990, efectuó cambios estructurales profundos en el país e implantó una economía de libre mercado, que lo convirtió en la economía mas destacada de Latinoamérica. Estas transformaciones que, afortunadamente, se han mantenido hasta nuestros días, han sido la mejor herramienta para combatir la pobreza, mal endémico que nunca pudo mitigarse con infinidad de recetas de orden socialistoide, tan en boga en el siglo pasado. El gobierno militar, adoptó un sistema de medición de la pobreza que también se mantiene hasta hoy, con algunos ajustes que le han permitido a los gobiernos posteriores, magnificar resultados en el combate contra esta calamidad social; pero independiente de ello, gracias al crecimiento económico alcanzado, la pobreza ha disminuido sustancialmente  y nuestro estrato mas bajo de la sociedad, ha accedido a bienes que nunca imaginó.

            Para el socialismo fracasado del siglo pasado, hoy mal llamado progresismo, la pobreza siempre constituyó su combustible, indispensable para mantenerse con vida y en base a ello, no escatiman esfuerzos para que nunca vaya a desaparecer y así lo hicieron mientras fueron el eje de la concertación, coalición que nos gobernó por 20 años. Evidentemente, en el discurso oficial de estos gobiernos concertacionistas, el énfasis siempre estuvo, hipócritamente, en su preocupación por los pobres, a través del “Chile solidario” y “la protección social”, traducido en ayudas y bonos para aquellos que ellos definían como más desposeídos, haciendo uso y abuso de los ingentes recursos que les proveía el sistema económico heredado, que ellos abominaban.

Sin embargo; si miramos retrospectivamente lo ocurrido en esos 20 años, observamos que, prácticamente, toda la actuación de esos gobiernos, estuvo dirigida a beneficiar al sector de mayores ingresos del país. Partieron subiendo el impuesto más regresivo, el IVA, que afecta precisamente a los más pobres, con la promesa de volverlo a su nivel, lo que nunca fue cumplido. Por otro lado, mantuvieron un dólar bajo permitiendo al sector más acomodado la adquisición de exóticos suntuarios y viajar en masa al exterior. En el intertanto, a esos mismos beneficiados, les construían estupendas carreteras y autopistas urbanas para que no estropearan sus vehículos de última generación, que habían conseguido gracias al bajo valor de la divisa, mientras a los santiaguinos, les “regalaban” el Transantiago para que los más pobres, que son quienes lo utilizan, gozaran del peor servicio de transporte que haya memoria.

            Por otra parte, los exportadores con un dólar bajo, evidentemente, dejaron de invertir y disminuyeron la contratación de mano de obra; afectando nuevamente a los mas  pobres que vieron disminuidas sus fuentes de trabajo.

                        Finalmente, como guinda de la torta, en esos 20 años se abrieron una enorme cantidad de casinos de juego, para el deleite y divertimiento del sector más adinerado de la población, que es el único que puede dedicar dinero a esos menesteres; porque, me es muy difícil creer que los pobres, se estén dando el lujo de tirar su dinero a los dados.                        

                        Al parecer, la preocupación de los gobiernos concertacionistas por los pobres, no pasó de ser un eslogan de muy mal gusto, a menos que crean que dicha preocupación se manifiesta con los bonos que, de vez en cuando, se les entregaba a los que ellos estimaban más necesitados. La verdad es que todo lo expresado, demuestra fehacientemente que la pobreza es, efectivamente,  el combustible de este mal llamado progresismo y por esa razón, han hecho todo el esfuerzo por mantenerlo latente; pero, tratando de convencernos de lo contrario, con una campaña comunicacional extraordinaria, consiguiéndolo en gran parte de la población.

jueves, 3 de noviembre de 2011

DERECHOS HUMANOS


            Durante 20 años los gobiernos de la concertación, lenta y paulatinamente, utilizaron el tema de los Derechos Humanos (DD.HH.) para destruir a la oposición y consolidarse en el poder, consiguiendo lo primero que, en definitiva, les permitió gobernar sin contrapesos durante esos 20 años, adjudicándose para ellos todos los logros alcanzados por el Gobierno Militar (GM) que les permitió contar con ingentes recursos para conseguir sus propósitos; mostrando como propio el nivel de desarrollo alcanzado por el país en el ámbito Latinoamericano, reconocido mundialmente.

            La primera acción para poner a los DD. HH. en el primer lugar de la agenda, fue la conformación de la comisión Rettig que, después de un acabado estudio, evacuó un informe determinando que en los 17 años del GM hubo 900 desaparecimientos de personas y 1200 muertos, a quienes se les habrían violados sus derechos. Considerando el estado de descomposición con que el GM recibió el país, en una confrontación social que engendró un odio descomunal, que venía forjándose por mas de una década; el resultado de este informe fue insignificante y en lugar de desprestigiar al GM, más bien mostraba una preocupación por la protección de la vida humana, al exhibir en 17 años a un número de afectados bajísimo y si más encima agregamos que de los 900 desaparecidos, varios de ellos han ido apareciendo y que a muchos de los 1200 fallecidos, nadie les violó sus derechos, sino, murieron en enfrentamientos como los casos emblemáticos de Miguel Enríquez y el comandante Pepe; este manido informe, no bastaba para conseguir el objetivo buscado por el gobierno de la época.

            Cada vez que alguien planteó la baja cantidad de afectados determinada por el informe Rettig, el “progresismo” en masa replicaba que el problema de los DD.HH. no consistía en el conteo de muertos para determinar su magnitud y que bastaba una sola vida humana perdida para repudiar con la máxima energía al GM. Argumento muy fácil de esgrimir mientras se vive una democracia plena, regida por un estado de derecho; pero, muy distinto si se considera una democracia totalmente desmantelada, sin estado de derecho y que se debió acceder al poder por las armas; en que en los primeros meses, el gobierno central debió confiar en sus mandos medios para controlar un país convulsionado, muchos de los cuales estaban imbuidos en la lucha fratricida a que nos había conducido el gobierno de Allende. Fue en esas circunstancias iniciales donde ocurrieron la inmensa mayoría de los abusos determinados que, gracias a la preocupación del gobierno se minimizaron, al punto que en los 17 años de ese gobierno se encontraron menos afectados que los producidos anualmente en accidentes de tránsito. Si esto no es un logro, basta mirar al lado, en Argentina, que en un periodo más corto hoy lamentan más de 30.000 desaparecimientos de personas o la dictadura de los Castro en Cuba, con más de 20.000 muertos y para que seguir con cualquier otro caso semejante de la historia mundial. Por lo tanto; el trato con que hoy todos los medios se refieren al GM, como la “dictadura genocida” o “sangrienta” es, a lo menos, una exageración.

             Conforme a lo expresado, con un informe Rettig incapaz de destruir la impronta del GM; en la consecución de sus objetivos, el conglomerado gobernante continuó su plan de desprestigio, tergiversando la historia de los últimos años con el apoyo de historiadores y del periodismo en general, a través de todos los medios de comunicación de prensa, radio y muy especialmente de la TV. Es así como hoy, la inmensa mayoría de nuestro pueblo está convencida que el gobierno de Allende contaba con el apoyo popular, jugándose por el bienestar de los mas desposeídos y que unos militares sedientos de poder y de dinero, dirigidos por un demonio llamado Augusto Pinochet, a sangre y fuego lo sacaron de la presidencia para saquear el país. Junto a lo anterior, tomaron los casos más emblemáticos de abusos ocurridos en el GM, exacerbando su difusión, como la repetitiva exhumación de cuerpos y exequias de personas que sufrieron dichos abusos.

            Por otra parte, crearon la comisión Valech para recibir denuncias de torturas llevadas a cabo durante el GM, con el incentivo perverso de obtener una pensión de gracia para quienes dicha comisión, avalara sus denuncias. Esta comisión, en un año de sesiones analizó por no mas de 2 minutos cada uno de los 35.000 casos denunciados, de los cuales aprobó alrededor de 28.000 que quedaron vedados para una investigación judicial; pero, con un interesante apoyo monetario de por vida. Curiosamente, el único caso de tortura que llegó a tribunales, por una acusación  contra el director de Investigaciones de la época, don Nelson Mery, terminó con la condena de la denunciante por mentirosa.

            El paso siguiente en demanda de sus objetivos, fue arrinconar a la derecha para conseguir su apoyo en su vil y cobarde ataque concentrado en las FF. AA., sabiendo que no podían defenderse y que soportarían estoicamente esta embestida. Evidentemente, con una mayor dosis de cobardía, la derecha sucumbió ante esta acometida del oficialismo de la época; pasando de cantar “los valientes soldados” a desconocer su participación y apoyo al GM, votando a favor de todas las iniciativas legales en ayuda de las “víctimas” de la odiada dictadura, allanando el camino para no aplicar la ley de amnistía a los militares y dejando libres a todos los extremistas de izquierda en base a la misma ley.

            Que la derecha abandonara a los militares podría entenderse, en definitiva ellos son carne de cañón, para eso están y que se pudran en las mazmorras; pero, su cobardía llegó a tal extremo, que no solo renegó del GM, sino, hasta de sus propios postulados, que permitieron a ese gobierno convertir a Chile en un modelo para toda América; tratando ahora de posar de “liberal y progresista”, asemejándose a la concertación, creyendo que esa actitud le permitiría conseguir apoyo popular, incapaz de captar que nuestro pueblo, podrá ser ignorante para decidir su voto; pero, no es tonto para captar donde está la autenticidad de los políticos y esa derecha posando de  liberal progresista es tan poco autentica como grotesca.

Finalmente, como broche de oro, llegó la investigación de EE. UU., relacionada con las platas de Pinochet, que terminaron sepultando en la ignominia al general quien, sin tratar de justificar su conducta, con el poder que ostentaba no llegó siquiera a acercarse, al verdadero saqueo en masa de los recursos fiscales, que hemos observado en democracia, durante los gobiernos de la concertación; conducta que en definitiva los sacó del gobierno, permitiendo que la derecha accediera al poder, no por sus méritos, sino, por el descrédito de la propia concertación.

            Dicho lo anterior, la única verdad es que el gobierno de Allende ni en su mejor momento, tuvo un apoyo mayoritario de la población, constituyéndose en el peor gobierno desde los albores de la República, sin autoridad alguna, despreciado por la inmensa mayoría de un país que terminó totalmente paralizado y declarado inconstitucional por los otros 2 poderes del estado. Paradojalmente, desde antes de acceder al poder y en sus 3 años de gobierno, las Fuerzas Armadas apoyaron en forma irrestricta a Allende, lo que costó la vida de un Comandante en Jefe del Ejército y a lo menos en 2 ocasiones evitaron su caída, en octubre de 1972 y marzo de 1973, participando en el gobierno, encabezando los principales ministerios, a ruego del propio Allende, consiguiendo solo el desprestigio de sus altos mandos; mientras traicionera y miserablemente, personeros de gobierno, complotaban para quebrar a las FF.AA. y así conseguir el poder total.

            Solo cuando el quiebre de las FF.AA. era inminente, provocando una guerra civil con horrorosos resultados para el país, las FF.AA, depusieron al gobierno y tomaron el control del país. Curiosamente, el hoy sindicado como el cerebro macabro del golpe de estado, el general Pinochet, fue el que más dudó en participar de un levantamiento militar y el último en acoplarse al golpe.

            El GM recibió un país absolutamente destruido social y económicamente, con un odio entronizado en la población y sin estado de derecho. Habiendo accedido al poder por las armas y con una resistencia terrorista en ciernes, debió delegar en los mandos regionales y comunales el orden público; produciéndose en el primer año abusos y violaciones a los DD.HH. imposibles de evitar en esas condiciones, a pesar de todos los instructivos y directivas del gobierno central, que pretendían aminorar esta situación. Sin embargo; el propio informe Rettig muestra muy claramente que estos abusos y violaciones, fueron insignificantes ante el caos y anarquía que se vivió en el primer año después del golpe, período en que ocurrió el grueso de los alrededor de 2.000 casos que pudieron determinarse. Creo que no existe comparación en la historia mundial de un gobierno de facto, que haya accedido al poder por las armas y que pueda mostrar un mayor respeto por la vida humana que el GM  chileno.

            En definitiva, como toda la responsabilidad de lo ocurrido terminó cayendo sobre las FF. AA., es a ellas a las que se les exige que pidan perdón y se comprometan a un “nunca más” y no a los verdaderos responsables de la destrucción de la Republica, como fue el gobierno de Allende y la sociedad civil en su totalidad que perdió su capacidad de gobernarse; dejando al país al borde de una guerra civil. Son ellos quienes deberían pedir perdón y la sociedad civil la que debiera proclamar el “nunca más”. Las FF.AA. terminaron siendo las únicas instituciones de la República que cumplieron su cometido, obligadas constitucionalmente a apoyar al gobierno más nefasto de la historia de la nación y además, hacerse cargo de los restos insanos del país que les dejó ese mismo gobierno; para finalmente devolver en paz la democracia al pueblo y el estado de derecho en plenitud al país, convertido en la nación más próspera de Latinoamérica.

            Lo más patético de todo este asunto, es que quienes son los principales defensores de los DD.HH. y se declaran víctimas del GM; son los mismos que han abrazado la doctrina que más ha violado estos derechos y que durante el siglo XX esclavizó a cerca de la mitad de la humanidad. A tal punto ha llegado la hipocresía en el trato de este tema, que nuestra ex presidente doña Michelle Bachelet, declarada ferviente defensora de los DD.HH., victima de torturas según sus propios dichos, no titubeó en correr presurosa a postrarse ante Fidel Castro, uno de los dictadores más sanguinarios del orbe.

            Sin duda, quienes cometieron atrocidades, que las hubo, deben ser juzgados, condenados y sancionados; pero, ello debió finiquitarse en el primer gobierno democrático en beneficio de la paz social; por lo demás, fueron tan pocos los casos que, perfectamente, todos podrían perfectamente haberse terminado en 4 años, aplicando la amnistía al resto, en lugar de seguir escarbando la herida hasta nuestros días, con museos y organismos que mantienen el tema vigente que a nadie ayuda; al contrario, sigue constituyendo un lastre para nuestra sociedad.