martes, 27 de marzo de 2012

MOVIMIENTOS SOCIALES


Escuchaba a un periodista que oficia de comentarista deportivo en TV, que como buen periodista adoctrinado en alguna de las tantas facultades universitarias que ofrecen este título profesional, manifestaba una opinión muy “progresista” de la democracia, que en estos días está muy en boga en nuestro país, gracias al gran poder de convocatoria de los medios de comunicación manejado en su mayoría, precisamente, por este tipo de periodistas. Con relación a las marchas de protesta de los hinchas del Colo Colo, en contra de la directiva del club, reclamando por los malos resultados del equipo en el campeonato oficial; el periodista aludido manifestaba su total apoyo a estas protestas que serían un “derecho” de los hinchas de cualquier equipo, al vivir una plena democracia como la que gozamos los chilenos.
            No sé en qué momento o periodo se trastocó tanto el concepto de democracia, que ya aceptamos como una realidad que ésta se ejerce a través de la violencia callejera, las tomas de propiedades públicas y privadas, las marchas vociferantes y en definitiva, el entorpecimiento por la fuerza de la actividad normal de la nación.
            El socialismo de antaño, despreciaba la democracia burguesa que nos regía, que ellos utilizaron muy cómodamente para acceder al poder para, desde allí, destruirla por medio de la revolución que predicaban; esfuerzo que terminó frustrado por la intervención de las FF.AA. y con ello, se vieron obligados a reconocer los méritos de la democracia que tanto denostaban y que tantos beneficios les otorgaba. Es así como este socialismo, hoy mal llamado progresismo, se adaptó a la vuelta a la democracia; pero, manteniendo los resabios de antaño, acusándola ahora de ser impuesta por la dictadura y desde esa posición crear el menoscabo de todas las instituciones republicanas y así reconocer la voz del hoy tan potente movimiento social, que convirtieron en la nueva forma de expresión de la ciudadanía, que vendría a conseguir nuevamente la revolución que no pudieron llevar a cabo en sus orígenes. Esto pudieron hacerlo gracias al apoyo masivo de los medios de comunicación, la facilidad de convocatoria que les otorgan las redes sociales y la mayoría que, ingenuamente, les aportó la democracia cristiana, que terminó desdibujada en esta vorágine; convirtiéndose en el vagón de cola de la izquierda “progresista” que, paradojalmente incluye al comunismo criollo.
            Es así como la democracia que siempre entendimos; dirigida por nuestras instituciones republicanas a través de las autoridades, constituidas por representantes de la ciudadanía que, como líderes de opinión, canalizaban las inquietudes ciudadanas ante el gobierno de turno, luchando por hacerlas realidad desde la posición de poder a que llegaron gracias a sus mandantes; terminó en esta nueva y muy especial democracia que estamos viviendo, con nuestras autoridades escondidas detrás de dirigentes gremiales, laborales, poblacionales y estudiantiles; accionando como títeres de estos últimos, sin capacidad alguna de liderar las demandas que la sociedad exige, sin siquiera avergonzarse por su irrelevante y pobre labor dentro de los movimientos sociales, que aparecen sin que ellos lleguen a enterarse.
            En las condiciones actuales, en que estos movimientos sociales se dan el lujo de interrumpir las labores legislativas con el beneplácito de la máxima autoridad de este poder del estado; sería interesante estudiar un cambio en la conformación del parlamento, integrándolo con los dirigentes gremiales, laborales, poblacionales y estudiantiles que efectivamente representarían a la ciudadanía; interviniendo a través del Servicio Electoral el proceso eleccionario  de estos dirigentes, para asegurar que sean realmente representativos de sus bases.
            Así nos desprenderíamos del lastre carísimo que significa un parlamento monopolizado por los partidos políticos que, al parecer, a nadie representan y por ello, es incapaz de liderar a la ciudadanía, cuya labor está transformada en un trámite burocrático administrativo de aprobación o rechazo de leyes, discutidas, definidas y acordadas fuera del ámbito de este Poder del Estado.
            Con verdaderos líderes gobernando el país, se terminaría la violencia en las calles, las marchas que impiden el libre desplazamiento de la ciudadanía, las tomas de propiedades públicas y privadas y en definitiva, nos aseguraríamos que no sean los vociferantes quienes impidan la labor gubernativa.
            Mientras este mal llamado progresismo, no reconozca la validez de nuestra democracia y la Constitución que nos rige; respetando las leyes vigentes, mas temprano que tarde, volveremos a caer al despeñadero; sin la seguridad que las FF. AA. vayan a estar dispuestas nuevamente a sacarnos del abismo.

 

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