martes, 3 de julio de 2012

GOBIERNO MILITAR


                        La discusión sobre la violación de los derechos humanos (DD.HH.) durante el gobierno militar (G.M.), se enfoca muy mal y mediáticamente, se ha manejado para que exista una sola visión, convertida en verdad oficial, que los medios nos están obligando aceptar y acatar; consiguiendo, al parecer, que una inmensa mayoría lo haga.
                        En 1973 en Chile las FF.AA. dieron un golpe de estado, estableciendo un gobierno autoritario, militar, dictatorial o no democrático (da lo mismo su nombre) que destituyó por las armas al gobierno de ese entonces, permaneciendo en el poder por 17 años.
                        Cuando hay un golpe de estado, se termina la democracia y el estado de derecho, única defensa contra la violación de los DD.HH. y por un periodo prolongado, se produce una anarquía en que la justicia no opera; originándose abusos y violaciones a los DD. HH., con o sin el consentimiento del poder central del golpe de estado. Además, con el poder omnímodo que adquiere el gobernante de facto después de un golpe de estado, es muy fácil que se derive en arbitrariedades y atropellos hacia quienes se oponen a su accionar. Así ha ocurrido en todos los gobiernos de estas características en la historia de la humanidad.
                       Por lo tanto; centrar la discusión en por qué hubo abusos y se violaron los DD.HH. en el G.M. es un despropósito sin sentido alguno; ya que, habiendo habido un gobierno de esas características, sin lugar a dudas se iban a producir esas tropelías. La única discusión válida es por qué se produjo el golpe de estado que llevó al poder a un gobierno que nunca debió haber existido y ahí es donde podemos encontrar las causas de las violaciones de los DD.HH.
                        En primer lugar, el golpe de estado de 1973, no fue un cuartelazo de militares en busca del poder por motivos espurios; al contrario, nuestras FF.AA. eran probadamente constitucionalistas y respetuosas del veredicto democrático, al punto que un Comandante en Jefe del Ejército perdió la vida ante un movimiento que pretendía impedir la llegada al poder del propio gobierno que posteriormente destituyeron; gobierno al que apoyaron en forma irrestricta durante 3 años y a lo menos en 2 oportunidades impidieron su caída, a pedido del propio Presidente de la Republica sobrepasado por la situación económica, política y social que existía en el país.
                        En segundo lugar, la participación de EE.UU. con la CIA, la ITT, etc. en el derrocamiento de Allende, aunque pudo ser de alguna ayuda en su consecución, no tuvo la relevancia que se le quiere atribuir; porque, sin la decisión mancomunada de las FF.AA. y Carabineros, todas las actividades de aquellos organismos habrían sido inútiles; por lo demás, la reacción de EE.UU. en plena guerra fría era de sobra conocida por el gobierno de esa época que, estúpidamente, exacerbó la situación; atrayendo un enemigo adicional en su contra, como lo reconoce hasta el propio Neruda en sus memorias, recordando su desempeño como embajador en Francia.
                        Y en tercer lugar, el gobierno militar se preocupó enormemente de evitar los abusos y violaciones a los DD.HH. hasta donde fue capaz de hacerlo; logrando minimizarlos a tal punto que, una comisión gubernamental (Rettig), después de un año de investigaciones llegó a determinar que en los 17 años del gobierno militar, hubo menos muertos por violencia de parte del estado, que las muertes ocurridas anualmente en accidentes de tránsito en el país; datos inéditos en cualquier otro gobierno de estas características en la historia mundial.
                        Por otra parte, quienes todavía defienden al G.M., cometen el gran error de identificar ese gobierno con la persona del general Pinochet, a sabiendas que dicho personaje dejó muchas sombras en sus actuaciones y que el G.M., aunque él lo presidió, es infinitamente mas trascendente que este general, a quien podría reconocérsele el coraje de llevar a cabo transformaciones que beneficiaron al país entero; pero, la realidad es que, solo las circunstancias le permitieron ostentar el cargo que ocupó, sin olvidar que entre los líderes del golpe de estado, Pinochet fue el último en integrarse.
                        Así las cosas, los verdaderos responsables de la llegada del G.M., fueron quienes pretendieron imponer una ideología por la fuerza, sin contar con el apoyo de la ciudadanía, junto a una oposición tan dogmática como los primeros, incapaces de llegar a acuerdo alguno. Por otro lado, la Corte Suprema y la Cámara de Diputados declaraban al Ejecutivo fuera de la Constitución; mientras desde el oficialismo validaban la revolución armada contra el sistema burgués que según ellos nos regía, internaba armas al país, preparaba guerrilleros y trataba de quebrar a las FF. AA.
                        En agosto de 1973, nos encontrábamos ante un gobierno que no respetaba las instituciones que le permitieron acceder al poder, que validaba el uso de las armas para imponer su ideología, con una oposición pidiendo la intervención de las FF.AA., el país paralizado por mas de 3 meses, escaseando alimentos, combustibles, sin transporte y comercio funcionando y la violencia desatada por lado y lado. En otras palabras, el país deshecho y las FF. AA. a punto de quebrarse, provocando una guerra civil de impredecibles consecuencias; la única solución razonable que quedaba, era un golpe de estado y las FF. AA. eran las únicas que podían llevarlo a cabo y así lo hicieron, evitando un desastre nacional inmensamente superior.
                        Desgraciadamente, hoy día, después que las FF. AA. nos devolvieron un país en paz y tranquilidad, con la democracia y el estado de derecho vigentes; ellas, que fueron las mas renuentes en tomarse el poder, terminaron siendo las únicas culpables de haberlo hecho, por los casos de violación a los DD. HH. detectados por una comisión ad hoc, que determinó algo tan obvio como que en una revuelta armada hay abusos y violaciones a los DD. HH., cuya única forma de evitarlos era no haber dado el golpe de estado y seguir esperando la guerra civil en ciernes. Nadie recuerda hoy que Allende y su gobierno, no reconocían la Constitución que les permitió acceder al poder, que su intención era llevar a cabo la revolución, instaurando por la fuerza una dictadura al estilo cubano, realidad muy fácil de comprobar en la documentación oficial de la época.
                        Si hay alguien responsable de las violaciones a los DD.HH. es la sociedad civil incapaz de dar gobernabilidad al país y muy especialmente el gobierno que fue el que se apartó de la institucionalidad que le permitió llegar al poder; obligando a las FF.AA. a intervenir, antes de quebrarse y entrar a una guerra civil. Son ellos quienes deberían proclamar el nunca mas y pedir el perdón que les exigimos hoy día solo a las FF.AA. que, en definitiva, solo hicieron lo único que quedaba por hacer.
                        Los casos evidentes y probados de violación de los DD.HH., que son muy pocos, deben ser castigados con todo el rigor de la ley; pero, esto no se puede transformar en una persecución; buscando e inventando artilugios legales para castigar a militares de baja graduación por presuntos delitos ocurridos hace mas de 30 años; en contraposición al otorgamiento de amnistía, prescripción e indultos a la totalidad del bando contrario.
                        Cuando los países llegan a un estado de descomposición y convulsión como la nuestra en 1973, en que todos somos culpables de ello en mayor o menor grado, la única solución que permite sanar las heridas es el olvido, la amnistía y el indulto; de lo contrario, llegamos a situaciones como las que hoy estamos viviendo en Chile, en que se impone una verdad oficial que, mediáticamente, nos obligan acatar y seguimos dándole vueltas, estúpidamente, a algo que, en definitiva, no da vueltas. Aquí se olvidaron las culpas de unos y se exacerbaron las culpas del otro. A unos se le pagó grandes cantidades de dinero y a los otros se les mandó a las mazmorras.
                        En situaciones como las actuales, en que se condena solo a un bando a través de la verdad oficial impuesta, aparecen las peores bajezas humanas y comienza a incubarse un odio que puede llegar a extremos inimaginables, como ocurrió en 1973. Como bajezas humanas, me refiero a la actitud de antiguos colaboradores del G.M. que hoy día, por cobardía u oportunismo, se desmarcan del gobierno al cual pertenecieron, aduciendo desconocimiento de lo que pasaba, a pesar que ellos fueron autoridades y mas encima, estuvieron recibiendo por más de 20 años los reclamos de la izquierda; reflejando la típica cobardía de la derecha que, cuando vieron amenazadas su posición y hacienda recurrieron a las FF. AA.; pero, ahora que gozan del legado que dejaron esas instituciones, con sus bienes a buen recaudo, las abandonan a su suerte a sabiendas que no pueden defenderse.

martes, 27 de marzo de 2012

MOVIMIENTOS SOCIALES


Escuchaba a un periodista que oficia de comentarista deportivo en TV, que como buen periodista adoctrinado en alguna de las tantas facultades universitarias que ofrecen este título profesional, manifestaba una opinión muy “progresista” de la democracia, que en estos días está muy en boga en nuestro país, gracias al gran poder de convocatoria de los medios de comunicación manejado en su mayoría, precisamente, por este tipo de periodistas. Con relación a las marchas de protesta de los hinchas del Colo Colo, en contra de la directiva del club, reclamando por los malos resultados del equipo en el campeonato oficial; el periodista aludido manifestaba su total apoyo a estas protestas que serían un “derecho” de los hinchas de cualquier equipo, al vivir una plena democracia como la que gozamos los chilenos.
            No sé en qué momento o periodo se trastocó tanto el concepto de democracia, que ya aceptamos como una realidad que ésta se ejerce a través de la violencia callejera, las tomas de propiedades públicas y privadas, las marchas vociferantes y en definitiva, el entorpecimiento por la fuerza de la actividad normal de la nación.
            El socialismo de antaño, despreciaba la democracia burguesa que nos regía, que ellos utilizaron muy cómodamente para acceder al poder para, desde allí, destruirla por medio de la revolución que predicaban; esfuerzo que terminó frustrado por la intervención de las FF.AA. y con ello, se vieron obligados a reconocer los méritos de la democracia que tanto denostaban y que tantos beneficios les otorgaba. Es así como este socialismo, hoy mal llamado progresismo, se adaptó a la vuelta a la democracia; pero, manteniendo los resabios de antaño, acusándola ahora de ser impuesta por la dictadura y desde esa posición crear el menoscabo de todas las instituciones republicanas y así reconocer la voz del hoy tan potente movimiento social, que convirtieron en la nueva forma de expresión de la ciudadanía, que vendría a conseguir nuevamente la revolución que no pudieron llevar a cabo en sus orígenes. Esto pudieron hacerlo gracias al apoyo masivo de los medios de comunicación, la facilidad de convocatoria que les otorgan las redes sociales y la mayoría que, ingenuamente, les aportó la democracia cristiana, que terminó desdibujada en esta vorágine; convirtiéndose en el vagón de cola de la izquierda “progresista” que, paradojalmente incluye al comunismo criollo.
            Es así como la democracia que siempre entendimos; dirigida por nuestras instituciones republicanas a través de las autoridades, constituidas por representantes de la ciudadanía que, como líderes de opinión, canalizaban las inquietudes ciudadanas ante el gobierno de turno, luchando por hacerlas realidad desde la posición de poder a que llegaron gracias a sus mandantes; terminó en esta nueva y muy especial democracia que estamos viviendo, con nuestras autoridades escondidas detrás de dirigentes gremiales, laborales, poblacionales y estudiantiles; accionando como títeres de estos últimos, sin capacidad alguna de liderar las demandas que la sociedad exige, sin siquiera avergonzarse por su irrelevante y pobre labor dentro de los movimientos sociales, que aparecen sin que ellos lleguen a enterarse.
            En las condiciones actuales, en que estos movimientos sociales se dan el lujo de interrumpir las labores legislativas con el beneplácito de la máxima autoridad de este poder del estado; sería interesante estudiar un cambio en la conformación del parlamento, integrándolo con los dirigentes gremiales, laborales, poblacionales y estudiantiles que efectivamente representarían a la ciudadanía; interviniendo a través del Servicio Electoral el proceso eleccionario  de estos dirigentes, para asegurar que sean realmente representativos de sus bases.
            Así nos desprenderíamos del lastre carísimo que significa un parlamento monopolizado por los partidos políticos que, al parecer, a nadie representan y por ello, es incapaz de liderar a la ciudadanía, cuya labor está transformada en un trámite burocrático administrativo de aprobación o rechazo de leyes, discutidas, definidas y acordadas fuera del ámbito de este Poder del Estado.
            Con verdaderos líderes gobernando el país, se terminaría la violencia en las calles, las marchas que impiden el libre desplazamiento de la ciudadanía, las tomas de propiedades públicas y privadas y en definitiva, nos aseguraríamos que no sean los vociferantes quienes impidan la labor gubernativa.
            Mientras este mal llamado progresismo, no reconozca la validez de nuestra democracia y la Constitución que nos rige; respetando las leyes vigentes, mas temprano que tarde, volveremos a caer al despeñadero; sin la seguridad que las FF. AA. vayan a estar dispuestas nuevamente a sacarnos del abismo.

 

jueves, 8 de marzo de 2012

PATRIA

 
            Mientras me encontraba en Viña del Mar este verano del 2012, rodeado por un cordón de fuego y bajo una lluvia de cenizas, escuchaba las noticias, indicando que los incendios habían sido provocados intencionalmente por desquiciados incendiaros; tal como ya había ocurrido en el Paine en Magallanes y también en la Región del Bio Bio.
            Incendiarios han existido siempre y seguirán existiendo, presentándose en individuos enfermos; pero, como casos aislados y fáciles de identificar y nunca con la agresividad y la cantidad de atentados, como los que estamos observando hoy día en nuestro país.
            Me pregunto qué nos ha llevado a este estado de cosas que ha desquiciado a nuestro pueblo, al que ya nada le interesa, todo lo ensucia, lo rompe, lo destruye o lo incendia; no se respeta a ancianos, mujeres, profesores ni a los propios padres. Se me ocurre que la respuesta es muy simple y se explicaría en el discurso de la izquierda durante todo el siglo pasado, exacerbando nuestras peores características como la envidia, el resentimiento y el odio entre nosotros que, en los últimos 20 años de gobierno de la progresía de la concertación, lo llevó al paroxismo, destruyendo lo último que nos unía como país, como eran las instituciones que nos regían y representaban, partiendo por la Constitución “impuesta por la cruel dictadura”, las FF.AA. convertidas en un antro de criminales, Carabineros como “agentes de la represión y la violencia” contra el pueblo y los pobres, la Iglesia “conformada por abusadores y pedófilos”, los poderes judicial y legislativo “sumidos en la peor corrupción” y en el último tiempo, la institución de la Presidencia de la Republica a la que finalmente se le perdió el respeto con que siempre contó. Todo lo señalado, apoyado por los medios de prensa, radio y TV de todas las tendencias e independiente de la propiedad de dichos medios, que muchos relacionan con la derecha; pareciendo que las facultades de periodismo de las Universidades, hubieran preparado a sus alumnos para desarrollar esta campaña de destrucción de nuestra sociedad, disfrazada de progreso, modernismo y libertad de expresión.
            La TV, subliminalmente, ha lavado el cerebro de nuestro pueblo a través de sus noticieros que ya van en mas de una hora, llenos de entrevistas editadas para crear una opinión sesgada de la realidad que vivimos, mostrándolas como verdades objetivas. Se han preparado infinidad de teleseries y programas en vivo de muy bajo nivel, que enaltecen la infidelidad, el homosexualismo y el embarazo adolecente, como si estas condiciones humanas fueran divertidas, simpáticas, entretenidas y además, deseables y beneficiosas para la sociedad, lo que junto a proposiciones del gobierno para cambiar la institución matrimonial, transformándola en un vulgar contrato de compra venta; está destruyendo esta institución y con ello a la familia; comprometiendo el futuro de nuestra patria como son los niños, que terminan abandonados o en el mejor de los casos, en medio de conflictos entre adultos que los marcan de por vida.
            Por otra parte, en su afán mercantil y de atracción de público, todos los medios de comunicación atacan irresponsablemente a nuestras instituciones fundamentales, como lo hacen permanentemente con la Iglesia Católica y con la policía, constituida por Carabineros de Chile. A Carabineros, que era una de las instituciones de mayor prestigio en la opinión publica y un orgullo para el país en el contexto mundial, lo desprestigian antes de cualquier investigación; apenas ocurre un hecho delictual se le presupone mala intención y hasta de preparar montajes para acusar de delitos a supuestos “inocentes ciudadanos”, evidentemente, editando declaraciones de los afectados por la labor policial; creando la idea en la opinión pública que la policía buscara y gozara con la represión de “ciudadanos ejemplares” e inventara delitos solo por deleite morboso. A la Iglesia que la izquierda la usó hasta la saciedad durante el gobierno militar, hoy la han llenado de oprobio, por hechos aislados que se han dado a conocer, gracias a la propia intervención eclesiástica; desconociendo absolutamente la gran labor moral de esta institución en la creación y el desarrollo de nuestra nación.
            No se trata de esconder u ocultar las irregularidades de las instituciones básicas de la República; pero, la mínima responsabilidad de los medios de comunicación nacionales, es dar al menos el beneficio de la duda, cuando con seguridad los afectados, las  denuncian, acusan, desprestigian y calumnian para eludir sus culpas; dando por sentado y editando la información, para involucrar a las instituciones en hechos delictuales, antes de investigación alguna.
            A los forjadores de nuestra nación y los héroes que venerábamos por sobre nuestras legítimas diferencias, hoy son despreciados, como agentes de la oligarquía y enemigos del pueblo, al que dirigieron a la muerte en beneficio del enriquecimiento de unos pocos dueños del capital y lacayos del imperialismo extranjero. A O’Higgins se le presenta en los medios como un cobarde y pusilánime de dos caras y a Prat lo mostraron como un homosexual en una obra financiada por el estado, con la venia del ministerio de educación. En este aspecto se ha llegado hasta la estupidez que un personaje de apellido Salazar, que oficia de historiador de la progresía, desconoce la palabra “patria”, como anacrónica y chovinista, por sus raíces autoritarias y hasta militaristas, presentándola como un vocablo de “ellos”, del otro bando; precisamente “sus enemigos”.    
            Hoy estamos convertidos en dos o tres bandos enemigos; como país no existe proyecto común alguno, con la excepción de “la roja de todos” que de muy poco nos sirve, por el pésimo nivel de nuestros futbolistas, que funcionan mejor en la farándula que en la cancha.
            La caricatura de país que nos han legado los últimos gobiernos, es de un pequeño grupo de empresarios, sinvergüenzas de “cuello y corbata” y “chupasangres”, que explotan a un pueblo pobre e ignorante, al que no se le reconoce capacidad ni siquiera de adquirir los bienes mas elementales; pero, sin empacho alguno son llamados a pronunciarse sobre los destinos de la nación cuando necesitan sus votos.
            Triste destino nos espera de seguir por el camino que nos ha trazado la progresía nacional en que, a lo menos como país, no existe posibilidad alguna de trascender como alguna vez lo hicimos. Para ello, como mínimo deberíamos creer y confiar en una base común de convivencia cívica; convenciéndonos que la vida es un continuo esfuerzo y sacrificio ineludible para la inmensa mayoría de la humanidad, independiente de la desigualdad y de la ayuda colectiva a la que se pueda acudir. 

lunes, 9 de enero de 2012

EMPLEADOS PUBLICOS

            En uno de los últimos paros de la administración pública, caminando por la calle Moneda, me encontré con unas oficinas de la Inspección del Trabajo con carteles y pancartas protestando en la calle en apoyo a un paro convocado por la CUT.
            No logro entender que los empleados públicos se acoplen a paros de cualquier tipo; pero, más difícil de entender es que lo haga, precisamente, la Inspección del Trabajo, organismo fiscalizador, precisamente, de la actividad laboral.
            El servicio público, debería constituir un honor y orgullo para quienes lo desempeñan, tal como lo proclaman los parlamentarios desde sus cómodas posiciones remuneracionales; dando a entender que el desempeño de sus cargos les significa  un gran sacrificio ante las atractivas alternativas que les presenta a ellos la actividad privada; situación válida para todos los empleados del estado, independiente de su nivel de ingresos.
            Los empleados públicos, están al servicio de toda la ciudadanía que les paga su sueldo y son sus mandantes. Estos trabajadores, no están en la condición de contraparte e intereses contrapuestos con un patrón que lucra con su trabajo, lo que justificaría el origen de conflictos entre las partes. Los empleados públicos al servicio de los ciudadanos de la República, si no están de acuerdo con sus condiciones laborales o sus remuneraciones, cuentan con procedimientos internos de petición y reclamo para resolver estos problemas y si en definitiva, no le son aceptadas sus propuestas o sencillamente, los resultados obtenidos no son de su agrado; ellos son libres de dejar el servicio público para buscar mejores condiciones y remuneraciones en el sector privado; pero, en ningún caso paralizar las actividades y dejar de atender a sus mandantes. Quienes lo hagan, deberían ser despedidos de inmediato sin derecho a beneficio alguno.
            Es una aberración comparar a un servidor público con un trabajador particular privado. A este último, la ley le reconoce el derecho a discutir sus condiciones de trabajo y remuneraciones con el empleador, incluyendo medidas de presión para exigir el reparto de los recursos obtenidos por la empresa, de acuerdo al aporte de cada uno de los factores productivos. En el caso de los servidores públicos, no existen conflictos de esa naturaleza y sus empleadores, que es la ciudadanía toda, la única producción que le exige es una buena atención que no es un negocio para ella.
            Que la justicia haya considerado que a los servidores públicos no se le podría descontar remuneraciones por ausentismo en un paro ilegal, es algo insólito y una aberración. A esos servidores públicos no solo debería descontársele los días no trabajados, sino, además deberían ser despedidos por este ilícito.  
            Dentro del servicio público se encuentran las policías y FF. AA. que son capaces de solucionar internamente sus conflictos laborales, sin necesidad de llegar a movimientos de presión; a pesar que sus remuneraciones son de menor nivel que gran parte del resto de la administración pública. Lo que permite asegurar que, toda la actividad pública puede perfectamente, desenvolverse sin paros ni movilizaciones.
            En las empresas y servicios productivos del estado, como la Enap, Codelco y EFE, los trabajadores deberían contar con algún método de negociación que les permita solucionar sus conflictos de intereses con quienes dirigen estas empresas, muy alejadas del servicio público propiamente tal; comprobándose con ello, que está fuera de toda lógica que el estado se dedique a administrar empresas