jueves, 8 de marzo de 2012

PATRIA

 
            Mientras me encontraba en Viña del Mar este verano del 2012, rodeado por un cordón de fuego y bajo una lluvia de cenizas, escuchaba las noticias, indicando que los incendios habían sido provocados intencionalmente por desquiciados incendiaros; tal como ya había ocurrido en el Paine en Magallanes y también en la Región del Bio Bio.
            Incendiarios han existido siempre y seguirán existiendo, presentándose en individuos enfermos; pero, como casos aislados y fáciles de identificar y nunca con la agresividad y la cantidad de atentados, como los que estamos observando hoy día en nuestro país.
            Me pregunto qué nos ha llevado a este estado de cosas que ha desquiciado a nuestro pueblo, al que ya nada le interesa, todo lo ensucia, lo rompe, lo destruye o lo incendia; no se respeta a ancianos, mujeres, profesores ni a los propios padres. Se me ocurre que la respuesta es muy simple y se explicaría en el discurso de la izquierda durante todo el siglo pasado, exacerbando nuestras peores características como la envidia, el resentimiento y el odio entre nosotros que, en los últimos 20 años de gobierno de la progresía de la concertación, lo llevó al paroxismo, destruyendo lo último que nos unía como país, como eran las instituciones que nos regían y representaban, partiendo por la Constitución “impuesta por la cruel dictadura”, las FF.AA. convertidas en un antro de criminales, Carabineros como “agentes de la represión y la violencia” contra el pueblo y los pobres, la Iglesia “conformada por abusadores y pedófilos”, los poderes judicial y legislativo “sumidos en la peor corrupción” y en el último tiempo, la institución de la Presidencia de la Republica a la que finalmente se le perdió el respeto con que siempre contó. Todo lo señalado, apoyado por los medios de prensa, radio y TV de todas las tendencias e independiente de la propiedad de dichos medios, que muchos relacionan con la derecha; pareciendo que las facultades de periodismo de las Universidades, hubieran preparado a sus alumnos para desarrollar esta campaña de destrucción de nuestra sociedad, disfrazada de progreso, modernismo y libertad de expresión.
            La TV, subliminalmente, ha lavado el cerebro de nuestro pueblo a través de sus noticieros que ya van en mas de una hora, llenos de entrevistas editadas para crear una opinión sesgada de la realidad que vivimos, mostrándolas como verdades objetivas. Se han preparado infinidad de teleseries y programas en vivo de muy bajo nivel, que enaltecen la infidelidad, el homosexualismo y el embarazo adolecente, como si estas condiciones humanas fueran divertidas, simpáticas, entretenidas y además, deseables y beneficiosas para la sociedad, lo que junto a proposiciones del gobierno para cambiar la institución matrimonial, transformándola en un vulgar contrato de compra venta; está destruyendo esta institución y con ello a la familia; comprometiendo el futuro de nuestra patria como son los niños, que terminan abandonados o en el mejor de los casos, en medio de conflictos entre adultos que los marcan de por vida.
            Por otra parte, en su afán mercantil y de atracción de público, todos los medios de comunicación atacan irresponsablemente a nuestras instituciones fundamentales, como lo hacen permanentemente con la Iglesia Católica y con la policía, constituida por Carabineros de Chile. A Carabineros, que era una de las instituciones de mayor prestigio en la opinión publica y un orgullo para el país en el contexto mundial, lo desprestigian antes de cualquier investigación; apenas ocurre un hecho delictual se le presupone mala intención y hasta de preparar montajes para acusar de delitos a supuestos “inocentes ciudadanos”, evidentemente, editando declaraciones de los afectados por la labor policial; creando la idea en la opinión pública que la policía buscara y gozara con la represión de “ciudadanos ejemplares” e inventara delitos solo por deleite morboso. A la Iglesia que la izquierda la usó hasta la saciedad durante el gobierno militar, hoy la han llenado de oprobio, por hechos aislados que se han dado a conocer, gracias a la propia intervención eclesiástica; desconociendo absolutamente la gran labor moral de esta institución en la creación y el desarrollo de nuestra nación.
            No se trata de esconder u ocultar las irregularidades de las instituciones básicas de la República; pero, la mínima responsabilidad de los medios de comunicación nacionales, es dar al menos el beneficio de la duda, cuando con seguridad los afectados, las  denuncian, acusan, desprestigian y calumnian para eludir sus culpas; dando por sentado y editando la información, para involucrar a las instituciones en hechos delictuales, antes de investigación alguna.
            A los forjadores de nuestra nación y los héroes que venerábamos por sobre nuestras legítimas diferencias, hoy son despreciados, como agentes de la oligarquía y enemigos del pueblo, al que dirigieron a la muerte en beneficio del enriquecimiento de unos pocos dueños del capital y lacayos del imperialismo extranjero. A O’Higgins se le presenta en los medios como un cobarde y pusilánime de dos caras y a Prat lo mostraron como un homosexual en una obra financiada por el estado, con la venia del ministerio de educación. En este aspecto se ha llegado hasta la estupidez que un personaje de apellido Salazar, que oficia de historiador de la progresía, desconoce la palabra “patria”, como anacrónica y chovinista, por sus raíces autoritarias y hasta militaristas, presentándola como un vocablo de “ellos”, del otro bando; precisamente “sus enemigos”.    
            Hoy estamos convertidos en dos o tres bandos enemigos; como país no existe proyecto común alguno, con la excepción de “la roja de todos” que de muy poco nos sirve, por el pésimo nivel de nuestros futbolistas, que funcionan mejor en la farándula que en la cancha.
            La caricatura de país que nos han legado los últimos gobiernos, es de un pequeño grupo de empresarios, sinvergüenzas de “cuello y corbata” y “chupasangres”, que explotan a un pueblo pobre e ignorante, al que no se le reconoce capacidad ni siquiera de adquirir los bienes mas elementales; pero, sin empacho alguno son llamados a pronunciarse sobre los destinos de la nación cuando necesitan sus votos.
            Triste destino nos espera de seguir por el camino que nos ha trazado la progresía nacional en que, a lo menos como país, no existe posibilidad alguna de trascender como alguna vez lo hicimos. Para ello, como mínimo deberíamos creer y confiar en una base común de convivencia cívica; convenciéndonos que la vida es un continuo esfuerzo y sacrificio ineludible para la inmensa mayoría de la humanidad, independiente de la desigualdad y de la ayuda colectiva a la que se pueda acudir. 

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