martes, 29 de noviembre de 2011

EL SOCIALISMO

            Por razones de índole familiar, desde muy temprano llegaron a mí, nociones del socialismo, doctrina muy atrayente y en boga en aquella época y de acuerdo a mi percepción, creí que dichas nociones me habían permitido adquirir la tan manoseada “conciencia social”, sin embargo; los años me permitieron captar que en la inmensa mayoría de los casos, la sola actividad laboral le permite a cualquiera conocer la realidad de la sociedad en que vive, a excepción de quienes, al termino de sus estudios, abrazan la actividad docente y solo conocen la realidad de las aulas académicas y desde allí, llenan la cabeza de la juventud de teorías humanistas, utópicas e irreales. Así he llegado a convencerme que dicha “conciencia social” no es monopolio del socialismo como lo cree hasta gran parte de la derecha que hoy se siente “liberal y progresista” quienes, para enfatizar su preocupación por los pobres, se denominan “socialistas de derecha”.
            Con el discurso de la igualdad y la justicia social, tan atractivo para la juventud idealista y por otro lado, la exhibición de los triunfos de los socialismos reales con su ventaja en la carrera espacial, su superioridad incontrarrestable en los juegos olímpicos y la simpatía y romanticismo que rodeó la victoria de la revolución cubana, el socialismo se convirtió en la moda de la intelectualidad de occidente, cuya influencia me llegó con mucha fuerza, convenciéndome que era el camino lógico que debía seguir la humanidad, convirtiéndose en certeza absoluta con la derrota del imperio norteamericano en Vietnam y la salida de Nixon del poder. Afortunadamente, nunca me entregué de lleno a estas ideas, por la gran duda que me provocaba observar que, para la existencia de los socialismos reales era condición ineludible un estado policial.
            Dicho lo anterior, evidentemente se me produjo un gran conflicto de conciencia el golpe de estado de 1973 que destruyó la convivencia democrática en que se había desarrollado mi vida; pero, terminé aceptando de mala gana la situación ante una inminente guerra civil que habría sido catastrófica para el país, aunque seguía convencido que la utopía socialista era aplicable en beneficio de los mas desposeídos.
            Con la caída del muro de Berlín y de los socialismos reales en 1989, mis convicciones sufrieron un nuevo deterioro que culminó cuando me topé en el centro de Santiago con un grupo de mendigos, constituido por una mujer muy hermosa con sus hijos que portaban un letrero que señalaba que eran rumanos y pedían ayuda para su miserable subsistencia que nunca encontraron en su patria y la buscaban acá. Quizás podría haber entendido ese cuadro si se hubiera tratado de la 5ª Avenida en Nueva York; pero, que de la Gran Rumania de Ceausescu vinieran a pedir limosna a Santiago de Chile, me convenció definitivamente que el socialismo fue, sin duda alguna, la gran mentira del siglo XX que esclavizó a cerca de la mitad de la humanidad por más de 70 años.
            Caídos los socialismos reales y disgregada la URSS, comenzaron a evidenciarse las verdaderas condiciones en que vivían aquellas naciones, con oligarquías políticas, constituidas por el partido comunista, que gozaban de todas las garantías, bienestar y riquezas, esclavizando al resto de la población, bajo un estado policial, sometido a un control centralizado, deficiente e ineficaz que lo llevó a un desastre político y  económico, cuyo trágico y emblemático ejemplo fue la catástrofe nuclear de Chernóbil.
            En definitiva, todo el imperio soviético fue una falsedad completa que gastó todos sus recursos en su poderío militar y actividades que le redituaban beneficios de imagen y propaganda, como el deporte, el arte y la carrera espacial, mientras el pueblo se sumía cada vez más en la miseria, como lo podemos observar hoy día con los dos bastiones del comunismo que aún sobreviven como son Corea y Cuba, verdaderas monarquías familiares que mantienen sojuzgados a sus pueblos sin libertad alguna. A China no la considero; porque de comunista, lo único que le va quedando es la esclavitud de su pueblo.
            La caída del muro de Berlín, estableció un hito muy definido que marcó el término de un período muy triste para gran parte de la humanidad, que sufrió grandes violaciones a sus derechos, sometida a regímenes totalitarios impuestos a sangre y fuego. Disgregado el imperio soviético, desaparecieron los partidos comunistas en el mundo, convirtiéndose en grupúsculos insignificantes; a excepción de los países subdesarrollados como el nuestro que, con una contumacia incomprensible siguen enarbolando su anacrónica y fracasada doctrina que, hasta jóvenes universitarios la abrazan.
            Hoy día el socialismo quedó sin referente y ante su orfandad de ideas nuevas y la imposibilidad de resucitar sus fracasados paradigmas; abrazaron nuevos referentes como la ecología y medio ambiente, la defensa de las minorías sexuales y el indigenismo que les está entregando buenos dividendos, por su fácil llegada a la juventud y a movimientos fanatizados de gran convocatoria. 
            En Chile vemos al socialismo con un gran apoyo internacional oponiéndose al desarrollo energético del país; como asimismo, apoyando el movimiento mapuche en la Araucanía y la promoción del homosexualismo a través de los medios de comunicación. Triste término de unas ideas que prometían el paraíso en la tierra, en que todos seríamos iguales disfrutando de sus riquezas, que fluirían a través de una administración central proba, justa  e impoluta; consiguiendo todo lo contrario, sometiendo a la esclavitud a casi la mitad de la humanidad.        
            Cuanta hipocresía hay en los actuales socialistas que se sienten los sustentadores mundiales de los derechos humanos, del medio ambiente y la no discriminación; pero, cuando constituyeron gobiernos, fueron los mayores violadores de los DD. HH., los más grandes depredadores del medio ambiente y los peores antisemitas y homofóbicos. Y no se trata de producir empate; porque, al comparar cualquier situación mundial con las calamidades ocurridas en los socialismos reales; estos últimos son triunfadores absolutos, en cuanto a desgracias provocadas en los países que dominaron y muy lejanos de un empate.

1 comentario:

  1. Me gustó, sobre todo, la parte en que criticas a las humanidades y "abrazan la actividad docente y solo conocen la realidad de las aulas académicas y desde allí, llenan la cabeza de la juventud de teorías humanistas, utópicas e irreales". Yo estudié filosofía. Y se da eso lo que describes. Hay varios autores que han criticado la preferencia de los académicos por el socialismo. El primero fue el filósofo norteamericano Robert Nozick, después está el libro del historiador Paul Johnson 'Los Intelectuales' que apunta a lo mismo. Y el último libro al respecto, es del economista afroamericano de derecha, Thomas Sowell. Sowell afirma que los académicos no se someten a escrutinio como le ocurre al empresario que vende un producto o servicio. El intelectual puede decir cualquiera barbaridad y nadie lo critica.

    Los comunistas después de la Caída del Muro se fueron a las organizaciones ecologistas, no porque les interese el medio ambiente, sino que buscan controlar y repetir los planes quiquenales. Nos quieren quitar la libertad.

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